Medardo Ángel Silva y Ciudad Nocturna: Influencias y entorno del poeta. El modernismo de Silva como producto social de la modernidad.

Zully Ordóñez Guerrero


Medardo Ángel Silva y Ciudad Nocturna: Influencias y entorno del poeta. El modernismo de Silva como producto social de la modernidad.


“Los poetas son esencialmente loquitos inconfiables que pueden producir arrebatos líricos, sentimientos conmovedores, metáforas ingeniosas, o letras de valses, pero son en buena cuenta accesorios de la cultura, adornos opcionales como la salsa criolla sobre un arroz con pato”
Mario Montalbetti – En Defensa del Poema como Aberración Significante

Lo moderno es una manifestación que se ha venido dando desde épocas como el Renacimiento, en donde la principal característica es la ruptura de lo tradicional.[1] Sin embargo, aunque este fenómeno es anterior al siglo XIX, es en este siglo donde la noción de lo moderno comienza a tener una carga semántica en lo social y cultural para establecerse como una época histórica: la Edad Moderna.
En Europa, el auge del capitalismo y la desigualdad entre la burguesía y la clase obrera marcaron profundamente la sensibilidad de los artistas de la época. Cabe recalcar que el arte en este siglo sufrió una ruptura con el pensamiento de los románticos del siglo XVIII para sustituirlo por un pensamiento positivista y arraigado a una estética más apegada a la realidad. Esta realidad expresada en el arte fue justamente lo que tambaleó en el pleno apogeo de la modernidad, cuando en el tercer tercio del siglo XIX, aparece en Francia  un movimiento artístico llamado Simbolismo que a su vez vendría cargado de una desconfianza de lo que el Realismo y el Parnasianismo promulgaban como realidad.
La estética simbolista se nutría del pensamiento místico medieval y romántico, por lo que apelaba a que cada cosa tenía un segundo significado que estaba oculto a la mirada simple y que únicamente se podía hallar en los detalles.[2] De aquí nacen los grandes exponentes del simbolismo como: Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Paul Verlaine, etc.
La comprensión de esta estética y de este contexto histórico es importante para acercarnos a otro fenómeno: En Nicaragua surge en el año de 1888, con la publicación  “Azul” de Rubén Dario, el Modernismo, el cual permitió que por primera vez el continente americano tuviese su propio movimiento literario. Esta estética literaria llegó rapidamente al resto de países de Latinoamérica y Ecuador no quedó exento.
A fines del siglo diecinueve y principios del veinte en Hispanoamérica –una época intensamente mercantilista y utilitaria-,  le correspondió al escritor defender los intereses del arte y de la cultura. De modo que el preciosismo  y la delicadeza artística de los inicios del Modernismo fueron el producto de una actitud ante la vida, que rechazaba el mal gusto y el pragmatismo excesivo del momento […][3]
Aunque muchos críticos literarios han señalado el caso ecuatoriano como un caso tardío del modernismo (debido a que el modernismo en el resto de países tuvo un periodo que va desde 1888 a 1910), el crítico Isaac J. Barrera atribuye este fenómeno a los sucesos políticos que se daban en el país con la Revolución Liberal: “El movimiento modernista tuvo escasa oportunidad para penetrar en los círculos de una juventud atareada con otras preocupaciones”.[4] Sin embargo, podríamos resaltar que estas afirmaciones se basan en la fecha de publicación de los libros de los exponentes más destacados del modernismo: El árbol del Bien y del Mal, 1918; El laúd en el valle, 1919; La flauta de ónix, 1920; La romanza de las horas, 1922: Velada palatina, 1949.
Dentro de estos exponentes del modernismo apareció uno que llegaría a trascender las barreras abstractas del tiempo, y sería parte de la cultura popular hasta nuestros días. Medardo Ángel Silva, integrante de lo que Raúl Andrade bautizaría como la “Generación Decapitada” (llamado así por el carácter bohemio de vida y por la trágica muerte de cada uno de ellos), fue uno de los más grandes exponentes del modernismo ecuatoriano, quién llegó a destacar en la poesía y en la crónica en prosa.[5]
Así es cómo a través de este poeta y observador aparece “Ciudad Nocturna”, una crónica que nos permite romper los antiguos supuestos que la crítica literaria había hecho  respecto a la producción modernista. En ese sentido, se buscará, a lo largo de este artículo, una lectura a contrapelo sobre la representación idealizada de la realidad en el modernismo; negando así la afirmación de que el modernismo es una tendencia encapsulada únicamente en el torremarfilismo[6]. A su vez se buscará resaltar la vida, entorno social e influencias del autor elegido para comprender su  perspectiva como exponente modernista.

Medardo Ángel Silva y la modernidad
Medardo A. Silva (Guayaquil, 1898-1919) nació en un periodo de revoluciones y de procesos de cambio hacía un nuevo modelo de sociedad. Con la victoria del Liberalismo y el auge capitalista en el país, nuevos sectores empezarían a tener cambios en lo comercial, ya sea en el caso de las exportaciones como en el cacao, o en el caso del comercio interno. En este proceso de transformación empieza a surgir la burguesía como la nueva clase que mantenía el poder, dejando así de tener protagonismo los antiguos modelos socio-económicos coloniales como: la iglesia y los grandes hacendados.[7]
Así como la clase burguesa empieza su aparición con mayor fortaleza, empieza también a surgir una clase proletaria y obrera, que llevaría consigo las mismas dificultades de discriminación y explotación que ya en el continente europeo habían aparecido desde el siglo XIX. En este entorno social crece Medardo A. Silva, quien a pesar de su posición de sujeto periférico en la sociedad llega a ser parte de uno de los colegios más prestigiosos del momento, el colegio nacional “Vicente Rocafuerte”.
Durante su estancia en la institución educativa, Silva gozó de una instrucción de primera calidad en dónde sin duda estuvo cercano a la literatura y la filosofía, alimentándose de las más grandes influencias literarias que lo acompañarían en su producción artística. Silva, al igual que los otros modernistas de su época, se encontraba fuertemente influenciado por el Simbolismo francés.[8]  
Sin embargo, ser franceses no era lo que realmente querían los modernistas, sino más bien, estar culturalmente a la altura de Francia y Londres:
Los modernistas no querían ser franceses: querían ser modernos… Se ha dicho que el modernismo fue una evasión de la realidad americana. Más cierto sería decir que fue una fuga de la actualidad local – que era, a sus ojos, un anacronismo- en busca de una actualidad universal, la única y verdadera actualidad. No fueron antiamericanos; querían una América contemporánea de París y Londres  […] [9]
Medardo A. Silva no fue parte de la clase burguesa, sino más bien de la clase obrera, por lo que los complejos de su situación se vislumbrarían incluso por el hecho de sus rasgos  mestizos y piel oscura, los cuales no le permitieron acceder a aquella sociedad “blanqueada” que miró con nostalgia:
Peor aún, su propio interés por la poesía lo condena, en un medio ultra-comercial y tradicionalmente hostil a las artes y a las letras, a permanecer en la pobreza (al menos en la pobreza relativa). Por eso, un sujeto como Silva, en principio, no puede abrigar ni la menor esperanza de conseguir jamás el suficiente dinero como para poder adquirir una identidad “blanqueada” y acceder, por esa vía, a una posición social supuestamente más acorde a sus talentos y a sus anhelos, pero que le está vedada, precisamente, tanto por su clase social como por su aspecto físico. […][10]
Por un lado, entonces, tenemos a un Silva que está seducido por la belleza estética de la modernidad y por otro lado tenemos a un Silva que siente un rechazo hacia la misma, ya que se encuentra relegado de ella por su situación social. Esa característica patética y contradictoria es la que nos interesa recalcar para poder comprender al modernismo como la materialización o el producto de las confusiones emocionales de una modernidad llena de innovaciones tecnológicas y complejidades sociales.
El joven Silva debió recorrer las calles de su ciudad observando las nuevas edificaciones que se erigían como expresión de una vida novedosa... Y, al mismo tiempo, experimentando, incluso en el modo de reconstruir las casas, una fuerza de la tradición que se ubicaba al par de las propuestas recién llegadas. Los recorridos del poeta por la ciudad demuestran esta tensión presente en sus crónicas. […][11]

Jean D’Agreve
Antes de hablar de “Ciudad Nocturna” y de su contenido, es necesario detenerse un momento para analizar este seudónimo. Según la procedencia de Silva, no resultaría extraño que el autor utilizase un seudónimo de origen francés, pues esto no sólo denota su clara fijación con la literatura francesa y la estética europea, sino también una posición de auto-negación: “En lugar de conformarse con los designios de su medio, sin embargo, el guayaquileño opta por la negación de su identidad y por la creación de una persona artificial que escribe su propio pasado y construye su propia agencia, por más frágil que ésta sea”. [12]
Entonces, ¿No es la auto-negación de Silva la muestra de una realidad latente en el mestizo que se enfrenta a la modernidad en una sociedad dominada por el burgués blanco?:
Lejos de cerrar los ojos ante una realidad que lo reduce a sujeto periférico en la periferia desigual y combinada que es el Guayaquil del siglo XX, entonces, Silva acomete aquí, en clara relación con el mundo exterior y con un nada velado deseo de influir en éste por medio de la escritura, una identidad propia que pasa, necesariamente, por la negación de su propia identidad “real” […] [13]

Ciudad Nocturna
Parte del trabajo artístico de Medardo A. Silva fue el de ser cronista en El Telégrafo Literario: “La obra literaria principal de Medardo Ángel Silva se sostiene en la escritura lírica y en la escritura de crónicas. Entre ambas, novelas breves, relatos de imaginación, artículos de crítica literaria que completan la obra del autor”[14] pág 21.
En “Ciudad Nocturna” se rompe el pensamiento tradicional sobre lo que significa la lectura modernista. En esta crónica Silva nos muestra la realidad de una ciudad a través de metáforas y referencias propias de su estética, pero que también nos recuerda a aquella estética simbolista presente por ejemplo en la obra de Charles Baudelaire en “Las Flores del Mal”. Por lo que, parece necesario también hablar de los paralelismos que podemos encontrar en esta obra con lo que respecta al ejercicio del flanêur (aunque a la inversa en cuestión del gusto por las multitudes)[15] y la perspectiva del poeta ante la modernidad: “El día urbano me es odioso, con su desfile de vulgaridades, de gentes sudorosas –los despreciables <<hombres prácticos>> bajo un sol de Nubia, desollante, enceguecedor que licua el <<asfalto>> del Boulevard: con su trajín de rábulas, zascandiles y vendedores”.[16]
Claramente estamos frente a un ejercicio de observación, que a su vez no parece objetivo en una intencionalidad pragmática, sino más bien una necesidad de plasmar las experiencias y vivencias que un flanêur puede tener durante su paseo. Esto nos permite analizar como la modernidad trae intrínseca una necesidad por caminar y observar a la ciudad per se.
“Errer est humain. Flâner est parisien”, con esta consigna se había introducido Victor Hugo en las calles de la ciudad, espacios para esta otra manera de errar que es flâner. Y porque el flâner no concierne propiamente a lo humano, como bien dice Hugo, disemina también la humanidad, la reparte por los bulevares, por las plazas, la hace descender por la ciudad y alcanzar el laberinto de calles oscuras, estrechas y sinuosas de los barrios bajos, del Faubourg de Saint-Antoine o de los vericuetos de la Cite. […][17]
Y tal como se ha citado en el párrafo anterior, el descenso por lo sinuoso, por lo prohibido es lo que encontramos en Ciudad Nocturna. Una realidad que está escondida o que se esconde para no afectar la moral burguesa. También podemos resaltar que la crónica no sólo se limita a exponer las observaciones de Silva, sino también a poner en descubierto la posición ideológica del mismo.
Contrario de lo que se piensa de Silva, como escapista[18], éste demuestra en su crónica una conciencia sobre la realidad social de los no-vistos, así como una crítica contra la evasión de esta realidad por parte de los señores, señoras y señoritas de la clase alta: “Porque tú, burgués, no conoces  esa horrible bruja nocturna de la Neurastenia que nos lanza del lecho y nos dice: ¡ambula! y nos arroja a las calles solas, bajo el parpadeo de las lunas eléctricas, para diluir en la sombra nocherniega, el mar de nuestra amargura”.[19]
Por otro lado, la crítica de Silva no sólo se estanca en la vida burguesa, sino también alcanza al ámbito religioso con una connotación clara sobre la doble moral, esto lo vemos en la siguiente cita:
<<La abadesa>> deja la sala sigilosamente. Pero antes, un caballerete de mano enjoyada, abandonó también el centro de la fiesta…<<Esa señora muy principal>> si en la esquina del Louvre se encuentra con una de estas miserables prostitutas a plena luz solar, torcerá en lindo mohín la boca roja y exclamará indignada: << ¿Habrase visto? Ya no puede salir una dama a la calle que no tropiece con esa bazofia. […][20]
Así tenemos a Medardo Ángel Silva como el poeta que penetra en los infra lugares de la ciudad para expresarlo en sus crónicas. Su sensibilidad de artista, de hombre culto y discriminado enriquece el bagaje psicológico y social detrás de sus escritos. De esta manera, cuando Silva exalta, también anhela; cuando calla, también evade. Y todo esto no es más que la configuración de un sistema clasista y excluidor materializado en las actitudes y mentalidades de un poeta:
La crónica de Silva, al igual que las crónicas de Marti, Dario o Gutierrez Najera, está alejada de aquella “torre de marfil” que los poetas modernistas se fabricaron. Si la poesía le permitió a Silva enfrentar desde la búsqueda del arte una realidad prosaica que atormentaba su espíritu atormentado por la belleza, la crónica le dio –por encima de su propia conciencia- el vehículo para expresar directamente el horror hacia un modelo social y económico- y sus representaciones ideológicas- que no alcanzaba a ser comprendido por el poeta pero en el que arremeter contra la burguesa seriedad era en sí mismo una apuesta por la dignidad del arte y la sensibilidad del ser humano […][21]












Conclusión
Hemos revisado el fenómeno de la modernidad en el Ecuador partiendo de Europa y el impacto social que implica la transición de un sistema a otro, y de cómo estos cambios afectan de diferentes maneras en el pensamiento del artista. Por lo que hemos visto que el entorno económico y social de Medardo Ángel Silva fue clave para su elección artística. Y contrario a lo que normalmente se piensa sobre el Modernismo hemos tratado de analizar al mismo como un producto del contexto de la modernidad. Es decir, que la tendencia modernista en sí ya nos demuestra una época de confusiones y de cambios, su carácter escapista no es más que la necesidad de huir de una realidad, que si bien no se la menciona en los poemas, podemos deducirla precisamente de esos silencios.
El modernista no menciona cual historiador los procesos específicos de su época, sino que huye a campos de belleza estética. Esto se puede comprender como una actitud, lo cual hace que esta poesía también pueda ser entendida como parte de los estados emocionales que la modernidad producía.
Por otro lado, los silencios parecen hacerse más ruidosos cuando nos topamos con la crónica modernista de Silva; ya que en ella no nos cabe la duda de que el poeta es observador, partícipe y expositor de la realidad y las circunstancias de una clase desfavorecida frente a una clase que mantiene el poder moral y económico.
Por lo que, podemos decir que reducir toda la obra modernista como una simple tendencia estética, la cual no va más allá de la torre de marfil del poeta; sería ignorar las mentalidades de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, los cambios urbanos, económicos y las nuevas clases sociales que aparecen como protagonistas en la Modernidad. El problema de identidad y la auto-negación es ante todo (en el poeta escogido para este ensayo) la prueba más clara de una realidad desigual y clasista, la cual nos invita a leer la obra del mismo Silva como un producto de la realidad social de la Edad Moderna





Bibliografía
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Silva, Medardo Ángel. Obras Completas, edición de Melvin Hoyos Galarza y Javier Vásconez. Guayaquil: Municipalidad de Guayaquil, 2004.






[1] Bolivar Echeverria, ¿Qué es la Modernidad? (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2009), 7-9.

[2] Luis Beltrán, “Simbolismo y modernismo”, Con Notas: Revista de Crítica y Teoría Literarias, Vol. VI, N°. 10 (2008): 18-19, http://www.academia.edu/3524358/Simbolismo_y_modernismo
[3] Michael Hendelsman, “El modernismo en el Ecuador y América”, en Historias de las literaturas del Ecuador, Volumen IV periodo 1895-1925, ed. de Julio Pazos Barrera (Quito: Universidad Andina Simón Bolivar, Corporación Editora Nacional, 2002), 46.
[4] Isaac  J. Barrera, Historia de la literatura ecuatoriana, Volumen IV, (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1955), 18.

[5] Raúl Andrade, “Retablo de una Generación decapitada” en El perfil de la quimera, siete ensayos (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1951), 1.
[6] Torremarfilismo: Es decir, aquella actitud modernista que entiende que la poesía es algo inalcanzable y puro, solo accesible para algunos privilegiados
[7]Fernando Balseca, “Los Modernistas portuarios: la otra lírica de Guayaquil” (s/f): 3, http://www.uasb.edu.ec/userfiles/file/los%20modernistas%20portuarios%20fernando%20balseca.pdf

[8] Fernando Balseca, “Los Modernistas portuarios…”, 9-10.
[9] Octavio Paz, Los hijos del limo: Del romanticismo a la vanguardia (Barcelona: Seix Barral, 1974), 129.

[10] Roberto Ponce, “Escapismo de sí mismo: Medardo Ángel silva como poeta marginal y la auto-negación de la identidad”, Revista Crítica Literaria Latinoamericana Vol.3 N°5 (2015): 10, http://catedraltomada.pitt.edu/ojs/index.php/catedraltomada/article/download/117/115  medardo angel silva escapismo de si mismo
[11] Fernando Balseca, “Los Modernistas portuarios: la otra lírica de Guayaquil” (s/f): 7, http://www.uasb.edu.ec/userfiles/file/los%20modernistas%20portuarios%20fernando%20balseca.pdf

[12] Roberto Ponce, “Escapismo de sí mismo: Medardo Ángel…”, 11.
[13] Roberto Ponce, “Escapismo de sí mismo…”, 12.
[14] Fernando Balseca, “Los Modernistas portuarios…”, 21.
[15] Daniel Lesmes, “El Flâneur, errancia y verdad en Walter Benjamin”, Trabajo de Tesis (mayo-julio, 2011): 56,  http://www.paralaje.cl/wp-content/uploads/.../6-2-lesmes-dossier-173-556-1-pb.pdf

[16] Medardo Ángel Silva, “Ciudad Nocturna” en Obras Completas, ed. de Melvin Hoyos Galarza y Javier Vásconez (Guayaquil: Municipalidad de Guayaquil, 2004), 515.
[17] Daniel Lesmes, “El Flâneur…”, 56.
[18] Escapista: El modernista huye a veces del mundo por los caminos del ensueño para mostrar el desacuerdo con la realidad
[19] Medardo Ángel Silva, Obras Completas, 521.
[20] Medardo Ángel Silva, Obras Completas, 518.
[21] Diego Araujo “Poetas del modernismo” en Historias de las literaturas del Ecuador…,95.

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